Un viernes 13 de 1314 se quemó en la hoguera, en París- al fundador de la Orden del Temple, Jacques de Molay. A partir de ahí el viernes 13 se convirtió en una fecha maldita en el mundo occidental, excepto en España, que es el martes 13.

El pasado viernes la maldición del 13 se cumplió con creces en la capital francesa por obra de unos  asesinos que matan en nombre de Dios, su Alá . Estos hechos terribles le están haciendo un flaco favor a su propia religión, el Islam, pues a los afectados por la barbarie les cuesta discernir entre musulmanes buenos y malos, entre moderados y fanáticos. Hay un punto en el que tienen razòn: el Islam, como religión monoteísta, predica que su Alá es el único Dios verdadero y que debe imponerse en todo el mundo. Esto lo creen todos los musulmanes, moderados o no. 

El caso es que hasta que no se saquen esa idea dela cabeza cualquier moderado puede convertirse en un yihadista fanático. La asignatura pendiente del Islam es esa, separar la religión de la política y restringir su practica a la vida privada. Ademas, deberían preguntarse ¿por qué hay que seguir al pie de la letra las enseñanzas de un cabrero de Arabia que no sabía leer ni escribir? Su libro sagrado,  El Corán, fue escrito por un primo del profeta recogiendo sus enseñanzas en el S. VII.

Europa tiene, pues, un grave problema porque la semilla del diablo, que fue plantada en su seno hace medio siglo, ahora  ha marginado en miles de fanáticos religiosos difíciles de controlar. Su idea es la que dice El Corán, convertir a los infieles al Islam o acabar con ellos.

¿Cual es la solución? ¿Expulsar a todos los musulmanes de Europa o estudiarlos a todos para saber quien es un fanático?

Francia ha puesto en marcha una buena medida, de momento, cerrar todas las mezquitas donde se predique el odio a los infieles.